Amici, camerati, compagni:
Introducción histórica:
Hoy vamos de recuerdos. De Historia, de historias. Hace exactamente 60 años, se produjo una más de las traiciones de los gobiernos que han destruido a la antaño floreciente, creativa y enérgica Europa. Sí, camaradas, un general que hasta el momento parecía la salvación de Francia -y de los europeos-, alzado por sus camaradas militares y por todos los patriotas de Francia al poder, traicionó a los europeos que habían hecho su vida en Argelia, provincia de Francia, con un
camino de convergencia hacia la civilización europea.
Franceses, sí, pero también españoles, tras su famoso:
“Yo os he comprendido”. Frase que dijo ante una “provincia” de Francia que buscaba la integración completa y estaba en riesgo de perderse -se perdió- por la inacción de los partidos “de la IV República”, que andaban -como siempre- a la greña para ver quién desplazaba a quien del poder político y, en
concreto, del Partido Comunista de Francia, el más fuerte y disciplinado de Occidente, que actuaba como “quinta columna” de la entonces pujante U.R.R.S, preparando el feliz advenimiento de los T-52 tras la “brillante epopeya socialista” de aplastar la revolución de los patriotas de Hungría en 1956.
“Realpoliltík”, la forma guay de reconocerse traidor.
La cosa, camaradas, es que quien vino para “salvar” a De Gaulle se dio cuenta de que los EE.UU no estaban a favor de que existiera poder alguno que pudiera plantar cara a la alianza anglo-americana -”los anglos”-, tal y como demostró abandonando a los franceses en Dien Bien Phu, 1954,
Y luego ante la crisis de Suez.
Bueno, pues resulta que, tras los acuerdos de Evián, que suponían que iban a procurar una Argelia multicultural -¿a que os suena lo de “multicultural”?-,
donde europeos -blancos, para entendernos-, y personal autóctono, mayormente engañado por la “intelectualidad marxista” del Frente Nacional de Liberación argelino, pequeños burgueses con aspiraciones a vivir como los blancos europeos, pero haciendo trabajar a sus compatriotas como “negros”, naturalmente, desplazándolos a base de la típica democracia islámica: el degüello y la bomba de plástico, gentileza de los “servicios” comunistas disfrazados de “anticolonialistas”.
Los “pied noirs”, comme nous, avec nous
El caso es que, camaradas, muchos de los europeos -franceses, pero también españoles, belgas, alemanes…-, así como las fuerzas armadas, “legionnaires”, “parachutistes”, salieron por piernas de Argelia, donde dejaron sus recuerdos, sus negocios y sus vidas, simplemente porque, tras haber
ganado la guerra en el frente contra el terror y la barbarie tan de esa cultura de paz llamada “islam”, pues perdieron por la traición de la retaguardia en los ya llamados “Acuerdos de Evián”, tras un referéndum absolutamente “trucado”, para entendernos, como el del “Procés”, del 1-O, que también tuvo su traidor que permitió que la situación política se pudriera, la “derechita cobarde” y su palinodia de “líderes y lideresas”
independentistes de separatismo “pin-y-pon” con sueldo estratosférico.
Pues bien, la gran colonia en España de “pied noirs” se afincó en Alicante, en la Costa Blanca, mayormente. Porque, camaradas, tal y como recogió el diario “Levante”, antes de ser el felpudo de Chimo-Peluquin-Puig,… “Hubo un tiempo, desde 1830 hasta 1962, en el que Argelia fue «El Dorado, la tierra prometida» para miles de valencianos. Muchos iban y venían cada año a trabajar en el campo o, las mujeres, a servir en las casas de la élite de la colonia gala, pero otros se quedaron allí y conservaron su lengua, que al mezclarse con el francés dio lugar al «patuet», el idioma de los valencianos de Argel”.
El Caudillo, a salvar inocentes
Lo demostró en la gesta de “El Alcázar de Toledo”. Lo demostró ordenando que se expidieran pasaportes españoles a todos los judíos húngaros que se pusieron a rersguardo bajo el reconocimiento de su naturaleza sefardí. Y lo demostró salvando a los “pieds noirs” que habían sido abandonados por De Gaulle, que se había vuelto muy “moderado” y “ye-yé”.
En efecto, camaradas, reproduzco una noticia de “Jeune nation”, del 29 de junio de 2017: “El 29 y 30 de junio de 1962, la España del General Franco acudió en socorro de los oraneses [habitantes de Orán] maltratados por los esbirros del General Katz, a las órdenes del cobarde De Gaulle, fletando dos ferrys, el “Victoria” y el “Virgen de Africa”.
El 30 de junio, a las 10 de la mañana, a pesar de la oposición de De Gaulle, el General Franco dio la orden a sus capitanes de embarcar a más de tres mil europeos que esperaban ya varios días bajo un sol tórrido, sin la menor asistencia, un hipotético embarque hacia Francia.
Franco hizo saber a De Gaulle que él estaba dispuesto a cualquier esfuerzo, incluso militar, para salvar a esas pobres gentes indefensas, abandonadas en los muelles de Orán y amenazados de ser ejecutados en cualquier momento por los bárbaros del FLN. Para que la cosa no quedara en palabras, ordenó a su aviación y a su marina de guerra tomar rumbo inmediatamente hacia Orán, puesto que el resto del ejército francés no defendía, por órdenes del traidor De Gaulle, a sus compatriotas y europeos en general.
Contra viento y marea, a las 15:30 hs., los muelles de Orán, abarrotados de gente, se vaciaron, y los barcos españoles, aunque con una importante sobrecarga, pudieron por fin hacerse a la mar con destino al puerto de Alicante.
Durante toda la travesía, se mezclaron las lágrimas de angustia, de pena… y de alegría de estas pobres gentes, rumbo hacia un nuevo exilio, conscientes de haber escapado de lo peor, la barbarie del FLN, que rápidamente empezó a autodegollarse como bestias bereberes que son. Cuando por fin la costa española apareció en el horizonte, un júbilo general se apoderó de estos “refugiados”, que por no ser “republicanos”, “marxistas” y cobardes en general, han sido condenados al olvido- que se desgañitaban gritando “¡Viva España! ¡Viva Franco!”. Habían escapado, un buen número de ellos, a una muerte programada por las autoridades francesas. Jamás lo olvidaron.
Los valientes cabalgan solos
Muchas son las ocasiones en las que se escucha en nuestras reuniones de camaradas que “la gente no reacciona”, que la sociedad tiene “memoria de pez”, que si deberíamos quedarnos en casa y disfrutar de la familia -es un decir-, o de la bien ganada jubilación, como alguno que yo me conozco no para de decir. Pues bien, yo creo que no. Y vosotros también lo creeis. No lo dudo. Si lo decimos es para reconfortarnos entre camaradas, para seguir en el camino, para pensar en cómo cambiar el presente para tener un futuro influyendo en esto que se ha dado en llamar “tiempos líquidos”.
Como decía Bob Dylan, “Times are changing”, los tiempos cambian, todo cambia, nada permanece. Nada excepto el valor de la camaradería, el saber que luchas contra quien debes con los que están a tu lado de verdad. Somos románticos, sí. Y sabemos que así nos consideran, cuando no como “peligrosos
extremistas”, “nostálgicos franquistas” y “fuera de nuestro tiempo”. Pero nosotros sabemos lo que vale la pena ser un nostálgico patriota con nuestros camaradas, que ser “realista” con una “camada de ratas”.
Y es por eso que solo obedecemos a los líderes que hemos elegido. Que aunque hayamos pasado por el desierto de considerarnos que nuestro “Mando perdido” -la gran colección de los traidores patrios- se ausentó sin dejar señas, la capacidad de rehacernos tomando unas cervezas con los camaradas, como en la película del mismo nombre que me ha inspirado, basada en la novela “Los centuriones”, de Jean Laterguy, que se llevaron mucho en los 60 y se volverán a llevar. Las novelas, porque las cervezas no se han dejado de llevar.
Acabamos con una maravillosa y bella canción interpretada por la no menos maravillosa e inmortal Edith Piaf, -tuve una novia que se le asemejaba, todo un carácter, me envió a paseo- musa de la Legión Etrangere, que les dedicó un “Je ne regrette rien” salido del alma, cuando tuvieron que abandonar el cuartel de la Legión en Sidi bel Abbes. Si no os emociona cuando la escucheis es que os han echado bromuro en el Cola-cao.
Y, recordad, camaradas, ni en amores, ni en combates, jamás hay que arrepentirse de luchar y, tal vez, perder.
Vuestro Otto.