España2000 siempre se ha mostrado en contra de los desplazamientos masivos de población a los que se ven forzados millones de personas por culpa de la globalización. Desde estas páginas siempre hemos defendido que el primer derecho humano es la seguridad de poder vivir tranquilo y dignamente en la propia tierra natal. Hemos defendido nuestra identidad en tanto que ciudadanos de una autonomía del Estado, miembros de esta comunidad nacional que es España y en tanto que ciudadanos europeos.
Por tanto, a nadie le puede extrañar, que esta defensa de nuestra identidad nos lleve a rechazar la inmigración masiva (que tiende a alterar nuestra identidad y, por tanto, a perder homogeneidad y ganar inestabilidad) y, así mismo, a ser extremadamente críticos con un tipo de inmigración cuyas creencias chocan directamente con las que consideramos propias de nuestra cultura. Nos estamos refiriendo al Islam.
¿Es posible defender la libertad religiosa cuando se tiene la convicción de que una religión ha generado históricamente problemas y los está generando en toda Europa? Dicho de otra manera: ¿es posible considerar al Islam solamente como una muestra de la legítima aspiración de todo ser humano a vivir una experiencia espiritual? La respuesta es no: el Islam choca con el concepto que se tiene de religión en Europa y, de ahí, los problemas que ha generado la inmigración islámica mostrándose completamente inasimilable e inintegrable entre los pueblos y los países que le han dado acogida.
Ni en un solo país europeo, ni en los de tradición más democrática, se ha logrado una integración plena de las comunidades islámicas. Vale la pena reflexionar sobre esto y ser conscientes de que no es un problema de partidas presupuestarias, ni de discriminaciones positivas, sino que la incapacidad del Islam para integrarse en Europa está implícito en su misma médula. Hay 10 motivos por los que el Islam es “otra cosa” y no puede ser tratado como una religión como cualquier otra:
1. El Islam no es una religión como las demás.
En la India han convivido armoniosamente budistas, jaimistas e hinduistas de muchas corrientes, pero solamente han existido incidentes violentos, atentados terroristas y masacres, con el mundo islámico de la India. Este caso es para meditar: pone en la pista de que “algo” es diferente en el Islam que le hace incompatible con otras religiones, incluso en marcos de civilización abiertos y que desde siempre han sido escenario de tolerancia religiosa.
Ese “algo” que impide la normalización del Islam y su homologación como cualquier otra religión, es su concepción político-religiosa de la comunidad: la umma. Este concepto es importante para entender la “particularidad islámica”: la umma es la comunidad de los creyentes regida por los principios del Islam. No tiene solamente una dimensión religiosa y espiritual, sino política y material. Esté en un país o en otro, es islamista se siente miembro de una comunidad superior y, por tanto, le debe obediencia especialmente a ella.
El Islam no aspira a regir los destinos espirituales de la humanidad, sino también los destinos políticos: por eso establece una ley coránica… que suele ser incompatible con la legislación de los países en los que reside el islamista. Y no solo eso, sino que aspira a que ese modelo coránico triunfe al estar inspirado por Alá.
Cualquier otra religión ha entendido que estamos en el siglo XXI: que la religión es una opción individual, que no hay poder que venga de ningún dios, que ninguna religión puede aspirar dominar a otras, que una cosa es la ética y la moral de una sociedad y otra muy distinta los principios religiosos de quienes la integran. Pero la concepción coránica se basa claramente en la concepción de umma: renunciar a ella, sería renunciar a uno de sus puntales. De ahí la incapacidad del Islam para evolucionar hacia formas compatibles con el siglo XXI.
2. El Islam es ajeno a la mentalidad europea.
El Islam nace en el siglo VII, en la península arábiga en donde solamente existía civilización en las ciudades. El resto estaba formado por tribus atrasadas que practicaban cultos primitivos y animistas. Hacía 1.200 años que en tierra de Europa ya había florecido el pensamiento pre-socrático y el platónico. En aquellas zonas de Arabia, por el contrario, existía un atraso secular. Mahoma fue, en realidad, mucho más un reformador y legislador que un teólogo. Dio a su pueblo un código de conducta, adaptado a su naturaleza de pueblo nómada y habitante de un medio hostil: el desierto.
No es de extrañar que el paisaje monótono del desierto esté presente en la misma idea religiosa islámica: veneración a un solo dios, prohibición de su representación, ausencia de santos locales o de otras figuras emblemáticas de la fe que pudieran aportar “variedad”. Por eso se ha dicho que el Islam es la religión propia del desierto: la religión de quien por delante un paisaje sin matices, monótono y unidimensional.
En Europa, en cambio, siempre se ha vivido otro tipo de religión: primero el culto a los dioses de los bosques y de los ríos, el culto a la naturaleza, luego las deidades tutelares de la familia, de la ciudad, del pueblo, finalmente el monoteísmo relativo que, junto a la figura de un Dios único, mostró a su Hijo, al Espíritu Santo, a los ángeles, a los arcángeles, a los santos que sustituyeron a las deidades locales pero ocuparon el mismo puesto como patronos de las ciudades, de las corporaciones y los gremios, etc. El clima de Europa, rico, diverso, variado, hacía que la percepción de lo divino fuera necesariamente diferente.
3. El Islam se ha afirmado contra Europa.
El motor del Islam es la guerra santa. En algún versículo del Corán se distingue entre “pequeña” y “gran” guerra santa. La “pequeña” sería la guerra de expansión contra el enemigo exterior. La “gran” guerra sería una lucha del islamista contra sus enemigos interiores. Sea como fuere, el Islam, desde Mahoma, se convirtió en el motor ideológico de una oleada de conquistas que revolucionó el mundo de los siglos VII a XVI. En la concepción islámica, la guerra santa se utiliza para llevar el “orden” allí donde hasta entonces ha habido “caos”. Se trata de una expansión de conquista militar, gravamen económico (todo no islamista debe pagar un tributo) y dominación jurídica y política.
En el 711 se produjo la invasión de la Península Ibérica y la destrucción del Reino Visigodo de España, expresión organizada de nuestra independencia y libertades. Desde el 711 hasta el 1492 esa dominación se hizo efectiva de manera, a menudo brutal, si bien a partir de mediados del siglo XIII ya estaba reducida a una pequeña zona del sureste de la Península.
Tras la liberación de Granada se permitió a los moriscos seguir en España. La experiencia generó problemas de convivencia que se unieron a la ofensiva turca en el Mediterráneo y contra Europa Central. Los turcos fueron finalmente vencidos en Lepanto y a las puertas de Viena, resultando expulsados sus aliados en la península, los moriscos. Con estos episodios, España consiguió ser un país homogéneo y evitar los problemas que se han producido a lo largo del siglo XX en los territorios de la antigua Yugoslavia a causa de la presencia de enclaves musulmanes inasimilables.
4. El Islam es incompatible con el estilo europeo.
Fuera de las fantasías y ensoñaciones, a menudo infantiloides e ignorantes, de los defensores de la multiculturalidad y de España como “país de las tres culturas”, la realidad y la mera observación atenta nos indica que en Europa, el valor fundamental, es el de la libertad y la iniciativa individual.
Las visiones dogmáticas no han encajado nunca en la mentalidad europea que siempre se ha querido libre para abrir nuevas vías, romper tabúes y avanzar. Las religiones que han constituido el alma de Europa, desde el paganismo hasta la catolicidad, han sido capaces de irse adaptando al ritmo cambiante de la Historia, han conservado unas raíces y unos rasgos distintivos, pero que nunca han constituido un obstáculo ni para la técnica, ni para el avance de las ciencias, ni para el desarrollo de la cultura en las sociedades.
Todo esto encaja mal con el formalismo islámico, con sus principios inamovibles, nacidos en el desierto, pero con intención de imponerse universalmente. El gran problema con el Islam radica en que ente él y Europa existe una proximidad geográfica, pero también y sobre todo una brecha cultural insalvable. Cuando dos concepciones tan diferentes coinciden en el mismo suelo –hoy mediante la inmigración, ayer mediante la colonización- la convivencia inestable y el riesgo de conflicto permanente.
5. El Islam es una amenaza a Europa.
La ofensiva islámica del siglo VIII queda lejos en el tiempo, la del siglo XVI apenas a 400 años, pero la imagen de los serbios asesinados en Kosovo, de las revueltas en los barrios de mayoría islámica en Francia, el chantaje realizado por los países productores de petróleo mayoritariamente islámicos, y sobre todo, la persistencia en los ideales de guerra santa son demasiado actuales para que podamos olvidarlo o pensar que algo en el Islam ha cambiado.
Cuando sabemos que en Marruecos es habitual la creencia de que Al Andalus (toda la Península Ibérica) es “territorio sagrado del Islam usurpado por Cruzados y herejes”, no podemos por menos que reconocer el desafío y prepararnos para la defensa ante las consecuencias de tal creencia generalizada. Cuando en la Gran Sala del Palacio Real de Rabat un tapiz muestras las reivindicaciones del “Gran Marruecos” desde Ceuta y Melilla, hasta las islas adyacentes, incluso Canarias y las ya obtenidas, Ifni y el Sáhara, y se sabe que el Rey de Marruecos es a la vez líder político y religioso, uno se da cuenta de la distancia abismal que suponen los 15 km que hay de una orilla a otra de Gibraltar.
6. El Islam es intolerante.
La única religión en el mundo que hoy acepta matar y morir en su nombre es la religión islámica. Esto ya es de por sí suficientemente preocupante. Mucho más preocupante es saber que el “guerrero muerto en la guerra santa” (e inmolarse en un atentado asesinando a inocentes es considerado… “guerra santa”), recibe como premio en el más allá, palacios de jade, harenes con huríes, etc, un “paraíso” sensualista que puede atraer en momentos de crisis a fanáticos con el cerebro reblandecido por una interpretación extremista del Islam.
Llama la atención el fenómeno que tiene lugar en Europa cuando un barrio se ve poblado por islamistas: con rapidez, ese barrio se vacía a velocidad creciente de población autóctona. Este fenómeno, no suficientemente estudiado, indica la dificultad de convivir con islamistas en los aspectos cotidianos de la vida. En buena medida ese proceso se debe a la actitud de desprecio que muchos islamistas deparan a la mujer, tanto a la de su propia religión como, particularmente, a la no islamista.
Hasta hace poco era imposible decir en voz alta, so pena de ser considerado como xenófobo y racista, que el aumento de violencia doméstica en nuestro país se debía exclusivamente al aumento de contingentes de inmigración procedentes de países en los que la mujer ocupa un papel subordinado y sumiso en relación al varón, como si se tratara de un objeto de su propiedad: como es el caso del mundo islámico.
7. El Islam genera atraso.
Allí donde el Islam ha hincado sus raíces, allí hay un país entre 500 y 1.000 años atrasado en relación a la marcha de la civilización en Europa. Países como Afganistán se encuentran hoy en la Alta Edad Media, aun utilizando armas automáticas y teléfonos móviles, su escala de valores y su forma de concebir la sociedad, están ancladas en el siglo VIII-IX. Lo mismo puede decirse de las dinastías petroleras del golfo Pérsico o de las sociedades del Magreb.
Los movimientos laicistas que se sucedieron desde Kemal Ataturk en Turquía en los años 20 hasta los regímenes panarabistas de Nasser, o el baasismo sirio-irakí, han desaparecido completamente de la escena, generando regresiones espectaculares y no explicables por la pobreza de esas zonas, habitualmente ricas en hidrocarburos: es la pobreza intelectual generada por una religión esclerotizada, frecuentemente utilizada por sátrapas para justificar su poder y atribuirle un origen religioso.
El fatalismo islámico, su confianza ciega en Alá, y su concepción del poder y de la sociedad hacen completamente innecesario cualquier esfuerzo de superación y cualquier búsqueda de solución a los problemas de la vida. Para colmo, existe una tendencia natural en los pueblos islámicos a tomar refugio en las actitudes más fundamentalistas para responder a las crisis: de ahí la increíble capacidad de deslizamiento de las sociedades islámicas hacia posturas cada vez más integristas… reforzando así su atraso secular.
8. El Islam es un peligro para Europa.
Las comunidades islámicas que han crecido en suelo europeo son radicalmente distintas a la que existían hace 25 años, cuando algunos europeos se sentía atraídos por el sufismo y las doctrinas del esoterismo islámico y abrazaban esta religión. En aquel momento se trataba de gentes con un buen nivel cultural, integrados en las sociedades europeas que querían ampliar su horizonte intelectual. Esto ya ha pasado a la historia: los europeos islamizados, han sido anegados en las mezquitas por oleadas llegadas de la inmigración que ni está integrada en las sociedades europeas, ni ha demostrado tener el más mínimo interés en integrarse.
Es más, las asociaciones islamistas, cuando hablan de integración están aludiendo solamente a poder desarrollar su culto y a una situación de igualdad en relación a las culturas y tradiciones europeas: piden que se les respete el Ramadán, la oración de los viernes, el derecho a orar, a elegir a sus imanes, incluso a que sus presos coman y celebren en función de sus tradiciones. Pero quien defiende sus rasgos de identidad y los mantiene en el seno de otra comunidad, antes o después –es cuestión de tiempo– exigirá soberanía y territorialidad. El Islam europeo espera simplemente ser lo suficientemente fuerte para dar ese paso.
Con su demografía desbordante es cuestión de apenas una o, como máximo, dos generaciones que reivindiquen territorialidad. En algunos países europeos ya están reclamando la aplicación de principios jurídicos diferenciados para su comunidad. En estas circunstancias Europa y cada uno de los países que la integran, son inviables.
9. El Islam es antidemocrático.
Históricamente, ningún país islámico o con mayoría islámica ha dado origen a formas estables de democracia. No se lo vamos a reprochar: a fin de cuentas no somos nosotros quienes defenderemos un sistema etnocéntrico europeo de organización del Estado. Somos los primeros en reconocer a cada pueblo la forma de organización que mejor encaje con sus creencias y su naturaleza. El califato no es de estas tierras, pero probablemente es la forma de gobierno que encaja con el sentir y el ser de otras latitudes.
El problema viene en dos sentidos: cuando los EEUU han creado un falso señuelo para justificar su invasión de Afganistán e Irak (el “llevar la democracia a esas tierras”, cuando nadie en esas tierras ha pedido democracia a la occidental) y cuando los contingentes de la inmigración procedente del mundo islámico, aspiran y defienden otro modelo de organización y participación.
Ante todo esto solamente hay una actitud razonable: el reconocimiento de la libertad de cada pueblo para elegir su forma de organización socio-política y el compromiso de respeto de la inmigración a las formas de organización y a los valores que ha encontrado en Europa, sumisión a sus leyes y restricción del ámbito religioso a lo estrictamente individual. Ni los países árabes son tierras para la democracia, ni Europa es tierra de expansión del Islam.
10. El Islam es un riesgo para la convivencia.
En tanto que inintegrable, el Islam es algo radicalmente diferente a cualquier otra forma religiosa y se ha demostrado incompatible con cualquier otro modelo de sociedad, cualquier otra zona geográfica en donde está presente y obligado a convivir con no islamistas. Podía ser de otra manera, pero la realidad demuestra que ha sido así.
La aparición del terrorismo islámico es reciente. Hasta la revolución islámica de Irán en 1979, el Islam condenaba el suicidio. Hoy, el suidicio en la yihad es considerado como una forma de llegar al Paraíso. Esto, unido a la intolerancia, a la resistencia a introducir cualquier cambio en su visión del mundo, a su concepto de la umma, hace del Islam algo radicalmente diferente a lo que se une cierto complejo de inferioridad de algunas sociedades islámicas a causa de la colonización europea. La colonización dejó un rastro de odio contra Europa que dista mucho de haberse extinguido en las sociedades islámicas.
Es frecuente encontrar islamistas que consideren que Europa “debe pagar” y que el pago es la admisión sin límites de inmigración (a costa de la desfiguración de nuestra identidad y de la asunción creciente de la identidad islámica) y del crecimiento de una comunidad halógena a nuestra cultura y a nuestra tradición que antes o después exteriorizará su fe la guerra santa como forma de conquista y de victoria sobre los vencidos.
Todo esto hace genera suficientes incertidumbres como para que las sociedades europeas se preserven del conflicto. El cierre de fronteras a una inmigración que llega con estos modelos de comportamientos en las maletas, el cerebro y en el corazón, es hoy una necesidad y la disminución de los excedentes laborales llegados con la inmigración procedente de países islámicos, una necesidad.
Por eso España2000 dice:
¡No a la difusión de la religión islámica en nuestro país! ¡No a la presencia del Islam en el continente europeo!