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Silvio e Benito

Amici, camerati, compagni:

El pasado lunes falleció Silvio Berlusconi. Y lo hizo cuando el quiso, porque el siempre conseguía cuanto se proponía. Y posiblemente, tras consultarlo entre copas, canciones y risas:

Y como era un bromista incorregible, mandó desde el otro mundo que en sus exequias se cantara -en italiano, claro-, un “bote, bote, comunista el que no bote”. Todo ocurrió mientras cientos de simpatizantes de Berlusconi coreaban, frente al Duomo, “chi non salta comunista è” (el que no salte es comunista):

En ese instante, la presentadora del telediario Canale 5 de Mediaset se giró para escuchar los gritos de los seguidores de Berlusconi, lo que provocó que se rompiera en plena retransmisión: “Hoy es un día muy difícil”.

Volontà di potenza.

¿Existen paralelismos entre Silvio Berlusconi y Benito Mussolini?. En cierta forma sí, a pesar de las diferencias ideológicas, ambos ejercieron el mando y construyeron su biografía como un auténtico ejercicio de “voluntad de poder”. Que es, ni más ni menos, que el saberse contrario al Mundo tal cual lo recibieron y hacer de su voluntad la guía y brújula de su existencia: la conquista del Poder.

Y cuanto más difícil sea el camino de esa conquista -el “quest”, la búsqueda del Santo Grial- mejor. Como decía Benito:

Defiende a tu país, defiende a tu gente.

A diferencia del típico “líder intelectual”, o “político profesional”, Silvio, al igual que Benito, amaba a su Patria. Y la Patria no es otra cosa que la memoria de todo lo que nos ha precedido y el cuidado de quienes nos continuarán. Por eso eran magníficos comunicadores. Tenían la gracia de quien acertaba con la frase, con el acto, y en el caso de Silvio (los tiempos cambian) con la emisión de las emociones en formato televisivo. Ese fue el gran éxito de “Il Cavaliere”: percibir que el entretenimiento es poder. No en vano fue otro gran italiano, romano por más señas, el que acuñó -se duda si fue Julio César o Juvenal- aquello que es la esencia de la política de las masas, proveer “panem et circenses”, “pan y circo”.

Así pues, “mutatis mutandi”, resulta imprescindible escuchar al pueblo, entender al pueblo, y, a ser posible, conseguir que el pueblo mejore, que no se sienta meramente invocado y luego absolutamente despreciado. Este es el pecado de las élites. Han ido a la “Uni” y se creen que lo saben todo de política porque han leído libros y han ido a “masteres” y “erasmus”.

Pero se les nota y se les rechaza por ser eso mismo que dicen repudiar: son casta “intelectualoide” y absolutamente olvidadizos de que el pueblo, “los cuñaos”, las “marujas”, raramente confían en quien no da ejemplo con su acción y se convierten en “arribistas” y “parvenus”,

o, en su caso, proveen de ese absolutamente necesario bienestar cotidiano y, a ser posible, con cierta gracia en la comunicación, aunque sea con la clásica intención de “adular para convencer”.

Sorrentino lo hizo de nuevo.

Si queréis conocer al personaje, a su andanza política y, en general, a lo que es el mundo de occidente, aquí va una referencia cinéfila:

Acabo con una magnífica interpretación de Silvio: “Mala femmena”. Mala mujer. Con esta canción hoy la Fiscalía del Odio, aquí en España, en manos de la “garzona”, te “empapela”.

Y como sabemos, que, como buen galán italiano, amaba la “Giovinezza” (la juventud), aquí va una interpretación de un gran cantante de ópera, Benjamino Gigli, que canta a la juventud:

A disfrutarla, la música y la juventud. La que os guste y la que os dejen.

Vuestro Otto.