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El Putsch…

Amici, compagni, camerati:

Conforme avanza el siglo XXI los centenarios referidos al siglo XX se van produciendo. Y una efeméride que cambió la posguerra de la Primera Guerra Mundial, y preparó la segunda, es la del Putsch de Munich, también conocido como el Putsch de la Cervecería.

Y es que en las cervecerías alemanas, igual que ocurrió con los cafés españoles, la gente iba a beber y a reunirse. Y claro, en un ambiente políticamente incandescente, las ideologías expuestas con una oratoria apasionada prendían en las mentes y en los corazones de los oyentes. Sobre todo si se había tomado unas cuantas jarras de “biére/beer/birra” y entonado canciones de camaradas.

El caso es, camaradas, que ante una situación prerrevolucionaria y una quiebra de la economía alemana, causada por una hiperinflación producida por el vano intento de pagar las indemnizaciones impuestas por los “aliados” en el maldito Tratado de Versalles, se produjo una reacción de carácter nacional y socialista, o socialista y nacional, porque en alemán el adjetivo va delante del nombre. Y es que un exsoldado, un tal Adolfo Hitler, con dos cruces de hierro, pensó que era el momento del “putsch”, del golpe de estado, para salvar a Alemania. Eso sí, apoyado por el representante máximo del ejército prusiano, el mariscal Ludendorff.

La cosa no salió demasiado bien: los alemanes son -o eran- gente de orden y eso de levantarse contra el Estado no era de recibo. Total, que hubo unos cuantos muertos, que adquirieron el carácter de héroes.

Y el cabo bohemio, A.H, acabó con sus huesos en la cárcel, donde le dio tiempo para escribir el “Mein kampf”: Mi lucha.

Libro que está prohibido en Alemania y que en España se puede comprar -de momento- por 9 euros en la librería París-Valencia de la calle Pelayo.

En fin, unos hechos que sirvieron a A.H para planear el acceso al poder, no por la vía del golpe, del “putsch”, sino por la legal: unas elecciones que dieran el poder a su partido, o al menos a una coalición de fuerzas patrióticas que le permitiera tener la fuerza del Estado -policía, jueces, ejército- a su lado, y no enfrente. La cosa tardó 10 años -1933- y muchas casualidades que le favorecieron, pero así es la Historia de la humanidad: el hombre propone y Dios dispone.

El putsch-demont

Salvando las distancias, la cosa creo que viene al pelo por los disturbios que se han producido en las más que justas protestas ante la sede del PSOE en Madrid. En la calle Ferraz.

Es verdad que hay agentes infiltrados, que en muchas situaciones provocan los incidentes, prenden la llama, ya que el poder busca deslegitimar la protesta y dividir el bloque social contrario al gobierno, para satisfacción de Angelines de la Ser y del grupo prisáico. Por eso, los camaradas de sangre caliente, jóvenes y apasionados, no deben caer en la trampa del propio sistema, que trata de asustar a la clase media para que consientan todas las tropelías de Sanchez y sus socios infames.

Prietas las filas

“Recias, marciales, nuestras escuadras van”. El orden y la disciplina en los actos públicos es importante (máxime si cuentan con la atención especial de los medios). Los grupos minoritarios debemos actuar como “banderín de enganche”, de los mejores de las masas. Y eso es así porque es una emanación de ideas claras, de organización y, en definitiva, de voluntad de vencer en la lucha. Ya sé que a todos nos gusta movernos “a nuestro aire”: somos hispanos, arrojados, anárquicos y pasionales, pero no hay que ponerse a tiro del periodista-francotirador, que, bien por propia vocación progre, bien por mandato de su dirección, ya tiene la noticia redactada. Pero tampoco hay que poner la otra mejilla y mantenerse firmes ante la represión de los mercenarios de Marlaska, que en alguna ocasión han cargado contra los Patriotas de forma injustificada.

Unidad, orden y aguantar

No podemos vencer en estos momentos -ni el propio A.H. pudo hacerlo en el putsch de Munich-, por consiguiente, hay que convencer, no queda otra.

Por lo demás, las cosas van bien para el movimiento Patriota. La capacidad de cohesión que se demuestre será, no solo cosa de voluntad, sino de suerte, de circunstancias que nadie puede controlar, pero que, de acuerdo con la experiencia histórica, se dará cuando la recesión que acecha enseñe sus dientes: recortes y malestar callejero. Hoy, en la calle, está especialmente la clase media. Y ya era hora, la verdad. Esa misma clase media con los elementos más populares unidos, ya sabéis:

Es lo que enderezará a una sociedad, como tantas otras de Occidente, desnortada. Pero, como decía Bob Dylan: “Times are changing”, los tiempos están cambiando, la propia sociedad ya está buscando líderes venidos del pueblo, para hacerse cargo de los destinos de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Y, desde luego, para nunca jamás dejarla en manos de los politicastros de la casta.

Nos veremos en las calles.

Vuestro Otto.