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Rebelión en la macrogranja

Amici, camerati, compagni:

Cuando en la década de los 40, una vez que el comunismo soviético empezó a ser conocido en este ingenuo Occidente, George Orwell, pseudónimo de Arthur Blair, un magnífico escritor, que había descubierto con riesgo de su vida la maldad perversa del estalinismo, escribió una obra inolvidable, con formato de fábula, para su mejor entendimiento: “Rebelión en la granja”.

Una sátira de las dictaduras comunistas, que podría sintetizarse en una famosa frase, millones de veces citadas para explicar cómo los aparatos de los partidos comunistas, bajo la ideología de la “igualdad”, buscan su acomodo como nueva casta dominante que ejerce inmisericorde, una tiranía sobre los ingenuos “animales de granja”, que confiaron en sus engañosas promesas de justicia social.

“Todos los animales son iguales, pero unos somos más iguales que otros”

La cosa va, camaradas, de la enésima metida de pata de una panda de “cerdos” que se sientan en la “macrogranja gubernamental”, con perdón de la noble raza porcina, de la que me gusta hasta los andares.

Aquí arriba tenéis a una piara de raza mixta levógira, social-comunista, muy comedora de piensos-sueldos y demás prebendas a cargo de los impuestos que nos roban.

Prohibido comer jamón

El caso, camaradas, es que el marxista de salón, el pijo-progre niño de papá, del Garzón de guardia, hizo, como sabéis unas declaraciones en el diario “The Guardian”, de la pérfida Albión, es decir, de nuestro enemigo ancestral, Inglaterra, en contra de las “macrogranjas” españolas, es decir, del sistema productivo que permite que las clases “inferiores”, podamos comer longanizas, jamón, morcillas, costillas o lo que nos plazca, en razón, precisamente, a que los “pobres animales o animalas” sufren mucho. Vamos, en la línea de estas majaderas de “los gallos violan a les gallines”.

Claro está, que si hay que respetar a los animales “sintientes”, e incluso, darles el reconocimiento de “familiar”, y, claro está, poner el aparato de la Justicia del Estado a protegerlos, porque son “más humanes que los humanes”, por consiguiente, habrá que proveerles de pensiones, sanidad y educación a cargo de los impuestos. Si no, nos denunciarán. Y si no lo hacen ellos, pues lo harán las Fannys o los Garzones. El caso es meter miedo a lo que antes todos considerábamos uso normal de nuestra libertad humana.

Porque el tema, camaradas, trata de instaurar el “estado policial”, a lo blandiblue-comunista, como quisiera Yoli, la fashionaria, pero pertinazmente.

La guerra que no cesa: la cultura de la Agenda 2030.

Eso se consigue, evidentemente, con el dominio de lo que se ha llamado las “guerras culturales”, o hegemonía cultural, concepto perfilado por un comunista italiano, estilo intelectual, nada que ver con los obreros, por supuesto, Gramsci:

Y como orden de batalla en esta guerra cultural a muerte del Siglo XXI, se encuentran los “panzers” de la Agenda 2030. Todo, es que todo lo que hace el “gobierno mundial” para justificar su dominio absoluto está contenido en la ideología de la Agenda 2030, que es la versión “neo” de los “Protocolos de los sabios de Sión” y sus “ismos”: especismo, ecologismo, feminismo, pacifismo, etc, etc…

La defensa de la Tradición española

Lo dijo Ramiro de Maeztu, pensador del tradicionalismo, ya advirtiendo la labor disolvente de los “modernismos” del siglo XIX-XX: marxismo y ateísmo, que son prácticamente la misma cosa.

Y aquí va un valiente castellano, que murió en el “Alto de los Leones”, combatiendo en un mes de julio de 1936, diciendo las cosas con el laconismo propio del estilo militar de lo mejor de España, Onésimo Redondo, que es como si estuviera viviendo los tiempos mundiales que corren:

A por ellos, que la razón está de nuestra parte.

Vuestro Otto.