Hace más de 30 años una generación de españoles nos sentíamos orgullosos de serlo y creíamos que el servicio era un honor y una obligación hacia los nuestros.
Patria, sacrificio, honor, fidelidad, camaradería, entrega, fueron palabras que aprendimos y actitudes, que compartimos con legiones de jóvenes junto a una profusa formación doctrinal.
Llegó el cambio de régimen, el café para todos, los derechos de las nacionalidades históricas y toda la arquitectura de aquella naciente democracia que nos ha llevado al edificio actual.
Los protagonistas del cambio, tanto de izquierdas como de derechas, nos criminalizaron. Unos por el odio atávico de la perdida de una guerra civil que ninguno de nosotros vivimos; otros por cobardía, para que no dijeran que algo tenían que ver como nosotros, guardaron sus camisas y negaron tres veces (como Judas) a los que ellos mismos habían adoctrinado.
Aquella fue una generación perdida en la que la mayoría se quedaron en los cuarteles de invierno; otros se disfrazaron acordes a los nuevos tiempos, y unos pocos continuamos sin miedo y sin vergüenza defendiendo los valores y los principios que aprendimos de jóvenes.
Hoy, más de 30 años después, aquellos “artífices del cambio” nos han demostrado lo que son, y han convertido a España en una nación irreconocible al borde del caos.
Hoy, centenares de jóvenes, que sólo han conocido la podredumbre actual vienen desde los barrios obreros, en busca de la esperanza de algo mejor, y dispuestos a luchar para cambiar radicalmente este sistema.
Hoy hacemos una llamada a aquella generación perdida para que se incorpore en las nuevas escuadras que buscan un mañana de patria, justicia y pan.
Hacemos una llamada a todos vosotros, antiguos camaradas, para que marchéis al unísono con las nuevas juventudes y les insufléis aquella dedicación y aquel estilo de antaño.
Ahora es el momento. La comodidad cuando nuestros hijos no tienen futuro, es sólo el credo de los cobardes.
José Luis Roberto