Este año coincide el primero de mayo, día del trabajador, con domingo y con el día de la madre y para miles de trabajadores no será festivo, como otros tantos domingos.
Respeto, la organización política que nace de la confluencia de Plataforma per Catalunya, Partido de la Libertad y España2000, reivindica el 1 de mayo para llamar la atención contra la liberalización de los horarios.
Sindicatos y patronal aceptan, sumisos a la ideología neoliberal, que la libertad de horarios favorece el dinamismo económico y, en consecuencia, todos saldremos favorecidos. Nada más falso.
En realidad, los únicos interesados de verdad en la libertad de horarios son las grandes superficies propiedad de las multinacionales. Ningún pequeño negocio tiene capacidad de competir con ellas. Tampoco se sabe de dónde sale esa supuesta reivindicación popular por los negocios abiertos a todas horas.
La verdadera mecánica del asunto es que la libertad de horarios hunde a todos los pequeños negocios salvo a las grandes superficies comerciales. La aparente libertad y disponibilidad de mercancías se troca en desgracia social cuando los pequeños comerciantes cierran y engrosan las colas del paro. En ese caso su sostenimiento pasa a ser una carga más para el sistema productivo. Pero hay más: este paro creciente contribuye a crear una bolsa de trabajo a la baja que contribuye a que la contratación se haga en condiciones más precarias, incluso inaceptables.
Es necesario reivindicar el respeto a los pequeños negocios allí donde se creen. Es radicalmente falso alegar que “libertad de horarios” equivale a “libertad de mercado”, porque ni siquiera equivale a “libertad”. Aunque se venda etiquetado como “libertad”, ante la liberalización de horarios los pequeños comercios perecen antes o después.
La “libertad de horarios” significa esclavitud para muchos y libertad para los grandes y, además, tiene otra consecuencia colateral: las grandes superficies pretenden con ello una disponibilidad horaria imposible de conciliar con la vida familiar. La presión a la baja del mercado laboral hace posible retribuir cada vez menos al trabajador, a cambio de un esfuerzo gigantesco por renunciar a ver y disfrutar de su familia en festivos y fines de semana.
En estas condiciones florecen los comercios ilegales, que se aprovechan de la falta de inspecciones y de un poder que no quiere complicarse la vida. Ellos son los únicos que pueden competir con las grandes superficies. En medio de ambos, el pequeño comerciante, el comercio tradicional local languidece y muere. Si una empresa quiere trabajar los domingos, a sus empleados debe pagarles como tal.
Por desgracia este discurso nadie lo reivindica: izquierdas y derechas no respetan a los pequeños comerciantes, no respetan a los trabajadores, no respetan nuestro modo de vida, no respetan a las familias.
Una vez más hace falta Respeto.