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Yukio Mishima y «El juego del calamar»

Camerati, compagni, amici:

Mishima, el fascista de ojos rasgados.

Nacido en una familia con antepasados samuráis, recibió el influjo del Nihon romanha, o romanticismo japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y de sus valores culturales, servía de base de apoyo a la ideología nacionalista y dominaba el mundo literario de los años de la guerra. Tras obtener el doctorado en Derecho en 1947, fue funcionario del Ministerio de Finanzas, pero tras un breve tiempo abandonó el empleo para dedicarse por entero a la actividad literaria y política. El Mishima hombre de acción encontró su soporte teórico en la idea de que la verdad puede ser alcanzada sólo a través de un proceso intuitivo en el que pensamiento y acción no son dos modalidades distintas. Es decir, el fascismo.

Encontró la ejemplificación de ello en la ética de los samuráis. Fascinado por la ideología transmitida de los guerreros escribió «El camino del samuraiEn defensa de la cultura (1968)». Mishima se hace portavoz de la necesidad de restaurar los valores de la cultura prebélica y militarista.

Alerta video: Por el módico precio de cero euros, aquí va video la marcha imperial Batotai:

La obsesión por la decadencia física y una concepción esteticista y masoquista del heroísmo le impulsaron a practicar halterofilia

y artes marciales,

y a llevar una vida turbulenta, signada por las actitudes retóricas y las posturas extremas.

En 1968 fundó con un grupo de amigos la Sociedad de los Escudos, el TATENOKAI, una organización paramilitar de jóvenes que propiciaban un resurgimiento del Bushido, el tradicional código de honor samurai. Dos años más tarde, ocuparon la sede del estado mayor nipón en un intento de golpe de estado fallido.

Pero, ante el fracaso de su acción, se suicidó mediante el rito del seppuku al grito de «Larga vida al emperador». Un buen video resumen:

“Calamar que se duerme, se lo lleva la corriente

Y héteme el aquí y ahora del último “invento” de la factoría mediática y sorosiana de “NETFLIX”,

que rima con “MATRIX”. Que es una producción coreana, proveniente del “anime”, o comic “japo-coreano”, “El juego del calamar”.

¿De qué va? 456 personas desconocidas, con serios problemas económicos, -es decir, en español de toda la vida, POBRES-, aceptan participar en una competición violenta con tal de llevarse un gran premio. Acaban encerrados en un lugar secreto donde deben competir en un juego para llevarse el premio. Se trata de juegos infantiles tradicionales coreanos (luz roja, luz verde, etc.), pero no es tan fácil: los perdedores serán ejecutados por los hombres enmascarados y armados que les rodean. Los juegos sangrientos y mentales llevan a los protagonistas a tomar decisiones extremas. Es decir, el juego de la lucha por la supervivencia, la lucha por la vida.

Y, campañas de marketing de Netflix aparte, resulta que la serie se ha puesto de moda, ¿dónde? en los colegios.

Desde luego, parece mentira, pero nadie se está preguntando el porqué después de tanto lavado de cerebro infantil e infantilizante, de las series del conglomerado mediático del marxismo cultural, ya sabéis, el pacifismo tontorrón y gay, muy a los “Chueca style”, que hace que…

Y es que la naturaleza humana tradicional sigue gustando -y mucho-, de la violencia, el riesgo, la conquista y la camaradería que los protagonistas de la serie reúnen para salvarse, y de paso, salvar la civilización tal y como la hemos conocido y queremos. Y es que son los valores tradicionales de la amistad, del combate, los que dan sentido a los luchadores de la vida, a los que son capaces de levantarse tras recibir los golpes de la existencia.

Y, parece ser, camaradas, que lo de la “pulsión de dominio” freudiana, o voluntad de poder, para seguir a Niestzche.

Porque, camaradas, el “Eterno Retorno” de las viejas, buenas y grandes ideas, parece que, lejos de convertirse en piezas de museo ideológico, pues, vamos, que están de moda y, además en la ciudad matriz de nuestra civilización: Roma.

Y así parece que lo entienden en Italia el llamado movimiento antivacunas:

De siempre se ha dicho que llamar a las cosas por su nombre es el mejor camino de hacerse entender. Pese a los esfuerzos de los “mass media” de sepultar con “cordones sanitarios” o “fakes news” sesgadas, resulta que lo “clásico”, el fascismo, vuelve una y otra vez al debate público. Es hora pues, de no amilanarse y de jugar con el impulso del adversario, tal y como se hace en las artes marciales que tan bien conocía Mishima y gritar en las discusiones y en las calles, “ME NE FREGO”.

Pronto, muy pronto, nos veremos en las calles.

Vuestro Otto.