Categorías
Artículos

No te quieres enterar

Amici, compagni, camerati:

Hoy toca homenaje a Concha, Conchita Velasco. Pero quiero también recordar a otras Conchas: la Bautista,

Y a la Piquer:

Vamos, que hoy toca recordar y homenajear a todas aquellas mujeres que desde el arte, el trabajo o sacando adelante a una familia en tiempos difíciles, supieron vivir sin quejas de género, sin subvenciones, sin cuotas, sin chiringuitos feminoides, incluso sin Ministerio de la “Igualdad”, solo con ganas y orgullo de vivir como españolas, con el corazón “En bandolera”, que cantaba un italo-francés, rey de los recalentones guatequeros: Ádamo.

Canciones para después de una guerra

Las heridas que se infieren tras una guerra civil tardan en curar. No en vano es la guerra, el primero de los jinetes del Apocalipsis. Los otros: el hambre, la peste, la muerte. Así lo escribió Blasco Ibáñez en la novela. Y así se filmó:

Por ello, y pese a todos los esfuerzos que hizo el Régimen, la Sección Femenina y el Auxilio Social, la posguerra fue muy dura.

En este punto, es de justicia recordar a Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, creadora del Auxilio Social con la colaboración de la Sección Femenina, y otras muy avanzadas mujeres provenientes de familias con posición, pero que entregaron su vida a la justicia y a la Nación.

Mercedes Sanz Bachiller, Mercedes Fórmica y Pilar Primo de Rivera.

Estas sí que eran mujeres de mérito, y no las chupópteras de las bandas pijo-podemitas, con másteres en “estudios de género”, escalada inguinal y expertas en el mamoneo.

Pero volvamos al homenaje a Concha Velasco. Como decía, tras una reconstrucción a marchas forzadas, el país se fue levantando. En una época en que se escribía en buen español, a las cosas se les llamaba por su nombre: si había regiones devastadas, se hablaba de eso con claridad.

Por consiguiente, a construir casas, puentes, fábricas, astilleros, etc. Y bajo el mando del Caudillo, claro está.

En fin, que tras la reconstrucción, el fin del racionamiento, el ajuste económico y la llegada de los tecnócratas y aperturistas azules, el país empezó a coger empuje. Y eso se notaba en el optimismo, en las modas, en las canciones, en las películas y en la televisión. Por ejemplo: “Las chicas de la Cruz Roja”:

Hoy, naturalmente, no se podría hacer esa película por heteropatriarcal y facha-cristiana: “¡una cruz de los cristianos blancos y occidentales!”. Nada, nada, delito de odio de libro, por ser muslímefóbico, xenofóbico y fascistófilo. Y quien diga lo contrario, a la Fiscalía Odiante del Odio, que es, como sabéis, el “New-Tribunal de Orden Púbico”.

Y es que, esta Fiscalía está que se sale, va de desviación de poder en desviación de poder (¿de quien depende la Fiscalía?, pues eso). Se centra en encontrar disidentes-delincuentes-odiantes, astutamente escondidos bajo la Constitución de 1978, que solo debe amparar, como todo el mundo sabe, al comunismo “a la violeta”.

La chica ye-yé

Para los más jóvenes, hay que explicar que el famoso “ye-yé”, la onomatopeya que dio nombre a una época y a la canción de Concha Velasco, “La chica ye-yé”, proviene de una de los Beatles. Y es que, en 1965, año de la canción, fue muy buen año, con un crecimiento de la economía española de niveles chinescos, el buen humor, el bienestar, el seiscientos, las vacaciones en Benidorm. Ved lo que dijo el Caudillo. Mensaje navideño de los 25 años de paz:

Todo esto pasaba cuando esa muchachita de Valladolid encarnó el paso de la “novia de toda la vida de provincias”, al de una mujer de “rompe y rasga”, capaz de cantar, bailar, interpretar cualquier papel y ser empresaria, que lo ganó y lo perdió todo, todo menos el orgullo. En Concha están todos los valores de la mujer española. Y, según mi parecer, la forma de vivir de Concha Velasco, su actitud, su talante, me recuerda a aquello que quería José Antonio Primo de Rivera, que no quería una España chata y alicortada, sino “una España alegre y faldicorta”.

Ahora, Concha, ya está allí arriba, con los mejores, haciendo guardia en los luceros, bailando, cantando, actuando, sonriendo… y siempre con arte de vivir.

Vuestro Otto.