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El método Vyshinsky

Amici, camerati, compagni:

Hoy nos vamos a la historia del siglo XX, cambalache, problemática y febril, que decía el tango:

Concretamente a la revolución rusa, la llamada “de Octubre”, y de uno de sus más conspicuos representantes: Andréi Vyshinsky.

El leguleyo comunista.

Venía de buena familia, tal como suele suceder con los “progres-podemitas”, es decir, que sus papás le pudieron pagar una buena educación. Y en 1901 entró a estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kiev, finalizando sus estudios en 1913. Se lo tomó con calma, vamos.

En 1903 entra en la sección menchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en Bakú. Menchevique significaba en ruso “minoritario”, aunque en realidad eran la facción más numerosa dentro del POSR. Bolchevique significa “mayoritario” en ruso, pero no lo eran. Lo de socialdemócrata, se autodenominaba así para dar a entender que se pretendía llegar al poder “democráticamente”, es decir, mediante elecciones. Luego ya llegaría la dictadura del proletariado; el clásico “autogolpe”.

En 1905 Vyshinsky es secretario del Soviet (soviet significa asamblea) de Bakú, y en 1908 es encarcelado junto a Stalin. Allí se hicieron amigos.

¿De quien depende la Fiscalía? Pues eso.

Triunfante la Revolución Soviética fue nombrado fiscal general de la URSS entre el 3 de marzo de 1935 y 31 de mayo de 1939, y en este cargo fue acusador en los Procesos de Moscú entre los años 1936 y 1938.

Lo que supuso el exterminio (con ayuda de la Cheka-NKVD) de cualquier atisbo de oposición dentro del partido o en la sociedad. En estos procesos se caracterizó por fustigar a los indefensos acusados vituperándolos, a veces con una cruel e ingeniosa retórica.

Estableció las bases legales para los juicios por traición. Uno de los principios de la teoría de Vyshinsky es que la ley criminal es una herramienta de la lucha de clases. Y la “lucha de clases” tiene una regla, solo una, que hay que cumplir sí o sí:

“TODO VALE PARA DESTRUIR LA SOCIEDAD OCCIDENTAL”.

Éste sería el lema, la consigna. Lo demás, absolutamente accesorio. Por eso los cambios de opinión deben ser acompañados de la utilización del aparato represivo del Estado para acabar con los disidentes y garantizarse la hegemonía indiscutible, el poder absoluto. Eso sí, con una apariencia de legalidad, de Estado de Derecho, por aquello de la separación de poderes, donde el judicial NO debe estar sometido al legislativo ni, mucho menos, al ejecutivo.

Lo advirtieron los clásicos del pensamiento ilustrado, pero, bajo el paraguas del “todo el poder para el pueblo, pero sin el pueblo”, tan absolutista, tan izquierdista, tan pijo-progre, que el poder sanchista se ha propuesto, con la anuencia de un partido popular escondido de sus responsabilidades políticas, con tal de que se le perdonen las del latrocinio.

“El PSOE y el PP pactan los nombramientos del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo”

Y es que, como se dice vulgarmente con la pijería ppera, a la que te descuidas, “vuelta la burra al trigo”.

Del odio al delito, al delito de odio.

El poder es muy listo y se las sabe todas. ¿Qué mejor que crear unidades especializadas en buscar delitos de odio para encontrarlos y reprimir a los disidentes?. Así, hemos pasado de una aceptable “libertad de expresión”, garantizada en el artículo 20 de la Constitución, a una persecución de la sospecha de que, determinados “influencers”, aficionados al fútbol, Patriotas, opinadores, periodistas, etc, se vean en la diana de unas muy engrasadas -económicamente hablando- “policías especializadas”. Incluso “fiscalías especializadas”, “tipos penales abiertos” e investigaciones prospectivas, que son las que buscan algo a ver si…

Es decir, nos encontramos ante una actuación integrada de persecución de las conductas que aparenten una inducción a los delitos más graves que pudieran pensarse. Pensarse, eso es, porque de lo que se trata es de controlar el pensamiento para así prevenir el supuesto delito. Como en la película “Minority report”.

La Cheka: de la Lubianka a la Moncloa.

En la foto podéis observar al Fiscal General del Estado, del Gobierno y del Partido: Alvaro García. Con dos cojones: más “Vyzhinsky” no se puede ser. Vamos, que esto se está convirtiendo en el mundo pergeñado por George Orwell: conducir a la sociedad a un estado de paranoia, de denuncia y, en definitiva, de miedo a la “policía del pensamiento”,

con especial atención a lo que los “subversivos” puedan decir en las redes. Lo probaron durante el “ensayo general” de la plandemia y el confinamiento, y vaya que les gustó.

En fin, nada nuevo bajo el sol. A esto que está pasando se le llama “Nuevo Orden Mundial”.

Y ya sabemos los que están detrás: los globalistas. Los que han decidido que “no tengamos nada y seamos felices”, y que todos piensen lo mismo, que nos guste comer insectos, que solo puedan tener carísimos coches las élites, etc, porque, de no hacerlo así, nos meteremos en problemas muy graves con el poder del estado para perseguir a los disidentes que cuestionen el pensamiento político único.

Esto lo pretendió el finado Lenin, que fue quien nombró a Stalin y, por consiguiente, cocreadores de las “Chekas” y, lo que es peor si cabe, de un sistema de propaganda como el mundo jamás había conocido, a cargo de Willi Münzenberg: el inventor de la propaganda comunista y el control mental a través de la cooptación de los “intelectuales de izquierdas”. Vamos, un auténtico adalid de la dictadura progre.

Pintan bastos para la libertad en Occidente. Pero, al mismo tiempo que todo parece oscuro, como cantaban los Brincos, o los Rolling Stones y su “Paint in black”, los individuos, los grupos y las naciones, encuentran nuevos líderes, nuevos caminos, simplemente basados en la dignidad humana, sin más ideología que la estrictamente necesaria para saber de dónde venimos y dónde queremos ir, expresada con claridad de ideas y de palabra, aprovechando los fallos del enemigo y aunando esfuerzos con los afines, sin crear disensiones azuzadas por los enemigos de la humanidad: el comunismo, el globalismo y sus acólitos.

Generemos entre nosotros líderes que manifiesten su pensamiento con claridad, entereza, temple, rigor. Lo demás -como dice el Evangelio- “nos será dado por añadidura”, ya que, aunque no lo parezca, el viento dominante viene de estribor.

Otto S.