El año que viene -el 2021-, tenemos aniversario, y no cualquiera. Y antes de que los medios de comunicación paniaguados comiencen la salmodia, el mantra, este escribidor, quiere blandir la espada, empuñar la adarga, embrazar la rodela y lanza en ristre salir a campear con los follones y cobardes que se atrevan a llevarnos la contraria.
Si, porque el año que viene hará cien de la fundación del Partido Nacional Fascista. Sí, fas-cis-ta. Con todas las letras. Del despiste generalizado que supuso el nacimiento del partido de Benito Mussolini, se hizo eco, entre otros, Ramiro de Maeztu, asesinado cobardemente por los social-podemitas en1936, que decía del fascismo en el diario “El sol”: “Es un movimiento político inclasificable dentro de los casilleros del siglo XX». En efecto, el origen socialista de Mussolini le llevó a crear un movimiento que pretendía, en sus orígenes, la jornada laboral de ocho horas, el voto femenino, la nacionalización de las industrias estratégicas, la separación Estado e Iglesia, y una Seguridad Social para el retiro de los obreros, además de la escolarización y la sanidad comunitaria. Y nadie, pero es que nadie, puede negar que así lo hizo en Italia, como con diferente nombre –el nacional-sindicalismo-, el régimen de Franco en España.
Pero, la inmensa diferencia que separaba al socialismo de principios del siglo con el fascismo era –y es-, el sentido de Nación, de Patria, de fusión de pertenencia espiritual a un algo superior, colectivo, histórico, que salva al individuo de la despersonalización del capitalismo consumista y le da un proyecto de vida. Porque el fascismo, camaradas, es flecha que el arco bien tensado de la vida histórica común, lanza al hombre más allá de su finitud, de la muerte.
Todas las páginas de José Antonio, de Ramiro, de Onésimo están cargadas de fe en el futuro, de España y de la Humanidad. De heroísmo, de alegría, de poesía. Es decir, de todo lo contrario que pudre el alma –suponiendo que tengan- de la burguesía reaccionaria. De los “sin Patria”, del capitalismo internacional, de los Soros y de sus plañideras transnacionales que solo buscan la destrucción de las conciencias para dominarlas y convertirnos en autómatas productores-consumidores, sin esperanza, sin poesía, sin amor, sin Patria.
No es de extrañar, por tanto, la tarea de demolición de los orcos mediáticos: los comunistas ricachones como el Wyoming, el Evole, la Nierga, y todo el pijo-progresismo que exuda el grupo Planeta y sus adláteres.
Lo que ya no nos parece bien, es como alguna gente “de orden”, sirve al mismo régimen, con sus actuaciones jesuíticas. Me refiero a los “reaccionarios”, de buenos colegios y mejores modales. A los que, mientras a ellos no les toquen lo suyo, pues, qué se le va a hacer, a aguantar y ya escampará. De esta gente, ya José Antonio advirtió antes de las elecciones de 1936 -tengo aquí sus obras completas, fechadas en 1945-, que es un tipo de derechas, que aunque pueda parecer con principios y llevar la enseña nacional en el polo y la pulsera, a la hora de hacer, cuando pudieron hacerlo, con mayorías suficientes, tras las elecciones de 1933, pues “no hicieron nada”, vamos, como Mariano Rajoy y el PP. Y, desgraciadamente, ocurrió el primer acto de la Guerra civil: la revolución sangrienta en Asturias de Octubre de 1934 .
Y es que un “reaccionario”, me gusta más esta palabra que la de “ultraderechista”, por su significado lo explica todo: “opuesto al cambio, a la renovación, a la acción”, vamos, que se opone a lo que es necesario hacer para que la Nación sobreviva.
José Antonio ya avisó de que “las derechas reaccionarias” solo esperan de los patriotas que les sirvamos, llegado el momento, de “sacándoles las castañas del fuego”. Es decir, dando la cara y sacando la bandera nacional en fechas señaladas, como hicimos durante el confinamiento de primavera, mientras ellos seguían y siguen atentos a ver cómo pueden aprovecharse de la situación económica y pasar de los “ertes” a los “eres”, machacando a la plantilla y que lo pague el Estado con los impuestos de todos.
Pues no, camaradas, nosotros actuamos y nos diferenciamos -y mucho- de esa gente egoísta, que no quiere poner la toda la carne en el asador y luchar a tiempo, con su esfuerzo personal y con sus medios económicos, para evitar la disolución de una sociedad y de una Nación milenaria.
Llega una época de dar la cara y mostraremos que, mientras los reaccionarios solo se quejan de los privilegios perdidos y de que no van a poder comprarse el último modelo deportivo de lujo, nosotros actuaremos en el ágora pública, para que la dignidad de los españoles -vivos y muertos- no sea pisoteada por esta banda de cretinos. Y, como decía Mussolini: “Con nosotros, quien quiera. Contra nosotros, quien pueda”.
O.S.