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Ultras con piel de ONG

Una cámara apunta al corazón de un desvencijado chalet. Un cartel avisa. Zona vigilada. La sede social del partido ultraderechista España 2000, junto a la plaza del Cedro de Valencia, se confunde entre el griterío de la calle. Familias enteras recalan en este refugio a por víveres. La formación atiende a los desesperados, como los extremistas de Amanecer Dorado, que reparten alimentos entre los griegos atenazados por la miseria.

Son las cinco de una calurosa tarde. El fundador de España 2000, el empresario José Luis Roberto, supervisa desde su cuartel general de Valencia el engranaje de su propia ONG, Hogar Social Patriota Maria Luisa Navarro, creada hace dos años y que toma el nombre de su madre. Su furgoneta recoge los víveres procedentes de fondos europeos de las naves del Banco de Alimentos en Valencia. Con esta comida, la ONG del grupo ultra abastece cada dos meses a 36 familias en la miseria. Jaime Sierra, presidente del Banco de Alimentos en Valencia, un organismo que se define de «apolítico y aconfesional», asegura que estos lotes provienen de una subvención comunitaria autorizada hace más de un año por el Fondo Agrario (Ministerio de Agricultura), que el Banco solo tramita y que beneficia a otras 300 organizaciones.

La comida de la UE (pasta, arroz, conservas) se reparte entre todos. «Extranjeros incluidos», precisa Roberto. Sin embargo, otras iniciativas de la ONG de España 2000, como la donación de víveres a punto de caducar que llegan de grandes superficies o el alojamiento de indigentes en las siete plazas de su albergue, se rigen por una singular discriminación positiva.

– ¿Si viene un marroquí a dormir le atiende?

– No, mientras haya lista de espera de españoles.

Y así es. Seis de las siete plazas del albergue patriota de Valencia están ocupadas por españoles. La excepción es un ruso afiliado a España 2000 desde hace ocho años. Todos comulgan con el credo ultra. Dos ejemplos: José Gómez, de 58, dos hijas, trabajó en la construcción hasta hace tres años, cuando descendió al pozo de la exclusión. Se define de extrema derecha. Junto a él, Cristóbal Cárdenas, de 47, relata que su activismo falangista le sentenció al paro. «Si te ven con una bandera de España, aunque sea sin nada más, te miran mal».

Esgrimiendo la repatriación de inmigrantes, España 2000 emergió el pasado año al pasar de dos a cinco concejales. Consiguió cuatro ediles en la Comunidad Valenciana (Onda, Silla y Dos Aguas) y desembarcó con uno en Alcalá de Henares, la tercera ciudad más poblada de Madrid. Se convirtió en la segunda fuerza extremista del país por detrás de Plataforma per Catalunya (67 concejales), que pilota el ex de Fuerza Nueva Josep Anglada.

España 2000 rechaza el Islam. Se atribuye la paralización de una mezquita en Alcalá de Henares y se manifestó y recogió 1.150 firmas para pedir el traslado de otra en Onda (Castellón), que ha sufrido intentos de incendio. Los socialistas de Alcalá estudian cómo ilegalizar la formación con la Ley de Partidos, según su edil Mónica González, que relaciona la efervescencia radical con la aparición en el municipio madrileño de pintadas racistas en zonas frecuentadas por musulmanes.

¿Es España 2000 un partido xenófobo? «No», responde su presidente, José Luis Roberto, que añade que su esposa es lituana y la de su hijo, venezolana. Su discurso rebasa la línea de la ultraderecha de la Transición para cargar contra las grietas del sistema. Dispara a los desahucios y banqueros. El «peligro» separatista, piedra angular del radicalismo de derechas de hace tres décadas, es ahora un segundo plato. Desde su ONG de Valencia, donde el pasado año sus enemigos «de extrema izquierda» empotraron un coche y estamparon cócteles molotov, se tejen los mimbres de una revolución «social patriota». De abajo arriba.

Desgranar el ADN de este partido ultraderechista exige visitar Silla (19.213 habitantes). La población valenciana es la cantera de España 2000. Uno de cada diez vecinos de este antiguo feudo de la izquierda gobernado hoy por el PP vota a la extrema derecha, que obtuvo dos concejales el pasado año y concentra la militancia radical en la Comunidad. Tiene 500 afiliados. La mayoría, jóvenes ajenos a la arquitectura de partidos tradicional.

Silla carece de los nutrientes del caldo ultra. Su paro (25%) está tres puntos por debajo de la media de la Comunidad. No hay problemas graves de inseguridad. Y la integración de los inmigrantes es buena. El fenómeno se llama Andrés Vicent, portavoz de España 2000 en esta localidad valenciana, que encara su segunda legislatura. A sus 35 años, este agricultor que trabaja también en la compañía de seguridad de Roberto, Levantina, revoluciona el pueblo con su populismo. Pide bajar el IBI y arremete contra el «gueto de extranjeros» del colegio público local Luis Vives. Poco importa que solo el 13% de la población sea inmigrante. Como sus camaradas, rehúsa el esquema ideológico tradicional. Su léxico, no obstante, aflora términos de la ultraderecha histórica. «Estamos muy implicados en la cruzada social». Y en este empeño, tramita repartir comida a través de una ONG creada por simpatizantes de España 2000. «Queremos que los pobres se coman el turrón», añade el aficionado al gimnasio.

Fue precisamente entre pesas y abdominales donde Vicent reclutó a su parroquia, una legión de desencantados. Su carisma sedujo a los jóvenes del gimnasio, según el único concejal de Esquerra Unida (EU) en Silla, Valentín Mateos, que define como «astuto» a quien fue su compañero de colegio. Otra fuente vincula el éxito extremista con el veto municipal a España 2000 en los consejos escolares municipales. La decisión del anterior alcalde socialista presentó al grupo ultra como mártir de la democracia. Y estos aprovecharon la jugada para doblar sus resultados. Alejandro Serrador, El Silla, el segundo concejal extremista, se coló en el Ayuntamiento en 2011. Este edil está imputado desde 2005 en la operación Panzer, una presunta red neonazi desmantelada en Valencia, que disponía de un lanzagranadas y que difundía su ideología nacional socialista por Internet.

Panzer es solo una migaja de sus embrollos judiciales. España 2000 llegó a tener en su antigua web una sección que exhibía sus trofeos en los tribunales. Sus controversias acaparan los focos. Desde pasearse por Valencia con una furgoneta similar a la del Equipo A para denunciar la «invasión» de inmigrantes a organizar un combate de boxeo en Gandia patrocinado por el Ayuntamiento del PP. La diputada autonómica de Compromís Mónica Oltra sufrió el pasado año el ataque de «seguidores ultras», que -según recuerda- lanzaron libros, bombas fétidas y le llamaron «puta» durante la presentación de un ensayo del sociólogo Vicent Flor, acusado de catalanista por la extrema derecha. Roberto y sus juventudes asistieron a la protesta en la FNAC de Valencia, según recoge la antigua web del partido. La denuncia contra los extremistas no prosperó. «A mí no me asusta nadie», advierte Oltra, que dice que el grupo colgó en Internet una queja a la Junta Electoral con sus datos de contacto. Peor suerte corrió el concejal de EU en Valencia Amadeu Sanchis, que fue condenado a pagar 500 euros a Roberto por calificar en 2010 a los ultras de «bandas terroristas». Sus declaraciones coincidieron con una cuestionada manifestación contra la inmigración de España 2000 en el barrio valenciano de Benimaclet.

La ultraderecha avanza silenciosa en Cataluña y Valencia, donde se ha reinventado con populismo frente a Madrid, según el historiador Xavier Casals. Este experto recuerda que el ascenso de líderes como el austriaco Jörg Haider fue posible gracias al voto obrero del descontento. Y es precisamente en los barrios más depauperados de Valencia, como Benicalap o la Fuensanta, donde el partido de Roberto, recoge su siembra. Casals compara a la fragmentada ultraderecha española con la alemana, que acoge fuerzas como el Partido Nacionaldemocrático (NPD), uno de los más radicales de Europa.

El emerger de España 2000 suscita una pregunta: ¿A quién vota la ultraderecha? «Desde luego no al PP, una formación que defiende la integración de inmigrantes en la Comunidad», explica la diputada popular Alicia de Miguel. Otra fuente de su partido admite que los conservadores acaparan una parte del electorado de extrema derecha. El porcentaje rozaba en 2010 el 90%, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

El camuflaje social no es exclusivo de España 2000. Democracia Nacional (DN) reclama combatir el desempleo. Y el Movimiento Social Republicano (MSR) asesora a parados y reparte alimentos. «Nos encanta que el 15-M coincida con nuestras propuestas. ¿Ellos también son de ultraderecha?», se pregunta Juan Antonio Llopart, presidente del MSR, que ha organizado en Madrid unas jornadas con el responsable de relaciones exteriores de Amanecer Dorado y el librero condenado por distribuir material neonazi Pedro Varela. Llopart rechaza el calificativo de ultra. Y en su blog aparece en la presentación de un libro sobre León Degrelle junto a la viuda del oficial belga de las Waffen SS.

El radicalismo sacude Europa. El Movimiento contra la Intolerancia destaca el florecer extremista en la UE y los delitos de odio. «Vamos camino de Grecia», advierte su presidente, Esteban Ibarra, que contabiliza 2.000 webs nazis y 4.000 ataques anuales en España contra sin techo, homosexuales e inmigrantes. Sostiene que el huevo de la serpiente ya se incuba.

Fuente:  El País