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Los cambios parten de Grecia, ¿mañana España?

Grecia ha pasado página. A partir de ahora, ya nada será igual en un país que ha dado el 36,12% de los votos a Syriza, dando la espalda a los partidos tradicionales de centro-derecha y de centro-izquierda. A partir de ahora, la negociación con la “troika” no podrá darse en los mismos términos que durante el gobierno de Yorgos Papandreu (PASOK) o de Antonis Samaras (Nueva Democracia). El resultado electoral del domingo ha sido el lógico remate a lo sucedido en aquel país desde 2004, cuando el gobierno conservador de Karamanlis empezó a falsear sistemáticamente los datos facilitados a la Unión Europea. Ahora, los griegos han votado masivamente a quien les promete el fin de la austeridad. Decir que ha empezado un nuevo ciclo político en aquel país no significa decir que a Grecia le espera un futuro radiante…

¿Quién ha fracaso en Grecia? ¿Quién fracasa en Europa?

Las elecciones del 25 de enero en Grecia han supuesto el toque de trompetas del Apocalipsis para las dos grandes formaciones tradicionales de centro-derecha y de centro-izquierda. Las cancillerías europeas iban registrando en los días previos a las elecciones griegas una desmoralización creciente. Quienes han perdido en Grecia han sido los aliados de Angela Merkel y de Mariano Rajoy; quién ha perdido es el euro (que irá bajando y perdiendo credibilidad hasta la paridad con el dólar USA), quienes han desaparecido son los “compañeros y compañeras” de Hollande y del infortunado Pedro Sánchez. Ha habido un terremoto político en Grecia y los perdedores son los partidos que han gobernado en Europa desde hace 70 años.

Resulta significativo que incluso el Banco Central Europeo, en los días previos a las elecciones griegas, haya tenido que salir en defensa del euro con su “plan de inversión pública” y sus 50.000 millones de euros ficticios mensuales destinados a comprar deuda pública de los países europeos. Es significativo que esta práctica no se hubiera iniciado cuando empezó la crisis de la deuda, allá por el ya lejano 2009. Durante esos cinco años la política del BCE ha hecho que se cerraran los créditos bancarios para los ciudadanos y las empresas, ha convertido la compra de deuda (con dinero tomado prestado del BCE) en prácticamente la única actividad bancaria, nos ha situado en plena deflación, ha mantenido contenidos con tendencia a la baja a los salarios en el marco de la UE en lugar de recurrir a la devaluación… ha supuesto una verdadera tragedia para Europa, al lado de una garantía de que la banca seguiría ganando lo mismo, haciendo una tarea menos arriesgada. Pero ha sido solamente cuando en un pequeño país, existía el riesgo de que alguien dijera “el rey está desnudo”, cuando el BCE ha reaccionado.

El “pequeño problema” y el “gran problema”: el Front National

El problema de Grecia es un “pequeño problema”. Pero es un ejemplo. Es un pequeño problema porque la economía griega es una quinta parte de la española (a pesar de que su deuda sea la tercera parte de la nuestra). El verdadero problema es que si la situación económica en Europa sigue como hasta ahora, si el voto de protesta se sigue concentrando en sectores políticos nuevos, no se podrá evitar que, no en un pequeño país (Grecia), ni en una economía de segunda división (España), sino en un gran país con una economía de primera división (Francia), termine gobernando a la vuelta de tres años el Front National. Y eso sí que supondría el final, no sólo de la UE europea en su actual configuración, sino también de la OTAN como fuerza de choque de los EEUU.

Si tenemos en cuenta que el dólar mantiene su poder como moneda de cambio gracias a que los marines son capaces de intervenir en cualquier zona del planeta, y que los misiles del Pentágono constituyen el verdadero respaldo para la moneda americana y la OTAN la garantía de que su sistema de alianzas sigue siendo sólido, podemos suponer lo que supondría, no sólo a nivel económico, sino geopolítico, no ya la convulsión griega, sino la que puede tener lugar en Francia.

Lo que preocupe entre los “señores del dinero”, en el Pentágono, y en las internacionales liberal-conservadora y socialista, es la posibilidad de que los “votos de protesta” se generalicen en toda Europa, que los ciudadanos dejen de “votar útil”, se les pase el miedo a nuevas experiencias y se produzcan corrimientos sísmicos de votos que acaben con los equilibrios de fuerzas y los compromisos que se vienen arrastrando desde 1945. Lo ocurrido en Grecia merece ser examinado desde este punto de vista.

El pasado reciente de Grecia: los responsables

Como era de prever, el PASOK ha quedado completamente desintegrado. En efecto, ni siquiera el jefe de los socialistas griegos y presidente de la Internacional Socialista, Papandreu, ha conseguido escaño y su formación ha quedado sumida en la séptima posición. Para colmo, la primera reacción en el interior esta vetusta formación política ha sido el cruce de acusaciones entre Papandreu y Evangelos Venizelos, sobre quién de los dos era el responsable de que Amanecer Dorado se convirtiera en tercera fuerza política…

En cuando a Nueva Democracia, ha conseguido apenas “salvar los muebles” con un honroso 28% y 76 escaños que le permitirán mantener un papel en la oposición. Para su líder Antonis Samarás, la apelación al “voto útil”, a “evitar aventuras”, “cumplir los compromisos para evitar el caos”, le ha proporcionado unos años de respiro. El electorado conservador y refractario a los saltos al vacío, se ha concentrado tras la bandera del partido que trajo el problema a Gracia. Hay que recordar que Konstantinos Karamanlis fundó Nueva Democracia en 1974 para sustituir al “régimen de los coroneles”. En aquel tiempo, en España, algunos ansiaban hasta tal punto la creación de un partido similar que vieron en Fraga al émulo de Karamanlis. La revista de humor e la época, Hermano Lobo, aludía al embajador español en Londres como “Fragamanlis”, el predestinado a traer la democracia…

Fue su sobrino Konstantinos “Kostas” Karamanlis quien inició lo que el electorado griego conservador ha querido olvidar: el falseo sistemático de cuentas rendidas a la UE. Los socialistas del PASOK prosiguieron con esta tradición. El resultado fue que Grecia figurada con un déficit del 2,5%, cuando en realidad era del 20%. Fue así como entró en la “zona Euro” un país que no reunía las condiciones requeridas para formar parte de la moneda única y cuyas cifras suponían un esfuerzo adicional a la UE en ayudas a fondo perdido.

Por otra parte, ni centro-derecha, ni centro-izquierda hicieron absolutamente nada para “disciplinar” a la anárquica economía griega. La existencia de cientos de islas en el Egeo facilitaba una economía en la que el contrabando ocupa un lugar preferente. La recaudación fiscal estaba reducida a la mínima expresión. El fraude en la declaración de impuestos ha sido la práctica habitual desde la restauración de la democracia en 1974, unido a la prepotencia de los dos partidos tradicionales que creían haber constituido un régimen en el que se irían turnando para ejercer el poder hasta el infinito, con unos niveles de corrupción superiores incluso a los de la Generalitat de Cataluña o a la Autonomía Andaluza.

La Grecia que fue a votar

Se ha definido a la Grecia de 2015 como una suma de ira, un deseo de esperanza y una deuda impagable (aunque se produjera otra quita quedaría sin resolver el problema de cómo se pagaría el resto o, incluso, aunque por un milagro de la negociación, la “troika” aceptara una quita total, subsistiría el problema de qué va a vivir la economía griega a partir de ese momento). Los resultados electorales responden a este esquema y han abonado el irresistible ascenso de Syriza (cuyo programa contiene tanta esperanza como ira), el mantenimiento de las posiciones de Amanecer Dorado (sólo ira), el hundimiento del Pasok (ni ira, ni esperanza), y la segunda posición de Nueva Democracia (esperanza sin ira).

La deuda impagable, resultado de la mala gestión de Nueva Democracia y del Pasok, ha generado más de 300.000 millones de déficit, la pérdida del 25% del PIB, un empobrecimiento generalizado de la sociedad griega y el aumento del peso político de la extrema-derecha, Amanecer Dorado, y de la extrema-izquierda, Siryza. Es en esas dramáticas circunstancias cuando la “troika” interviene la economía griega y, bruscamente, se instauran las políticas de férrea austeridad.

El hecho de que, tanto el Pasok como Nueva Democracia, hayan pasado estos últimos años echándose en cara unos otros, la responsabilidad de lo ocurrido, ha operado un efecto balsámico en el electorado. El voto de centro-izquierda ha abandonado una formación que era tan tradicional como corrupta y se ha reubicado en la “nueva izquierda”.

Los votos a Amanecer Dorado, por el contrario, han surgido especialmente de los sectores que hasta ahora ni siquiera iban a votar o de aquellos otros alarmados, no sólo por la llegada constante de inmigrantes a un país que no puede ni mantener a sus clases más necesitadas, sino por el aumento de la delincuencia y las ayudas sociales que reciben y que se detraen de la población griega de origen.

En cierto sentido, esta campaña electoral ha sido una campaña contra Amanecer Dorado que se inició desde el mismo momento en el que se cerraron las urnas en 2012. En esa ocasión el partido obtuvo 440.992 votos, un 7%, y obtuvo 21 escaños. Los resultados del domingo indican la fidelidad de un electorado particularmente joven (el 23% de los jóvenes griegos, entre ellos el 12% de los estudiantes) y lo bien que el partido ha resistido una represión que mantiene en estos momentos a toda su cúpula encarcelada. En estas condiciones ya ha sido milagroso el que el partido estuviera en condiciones de presentarse a las elecciones y de realizar una campaña electoral.

Amanecer Dorado es hoy una formación a la espera: el electorado griego ha probado soluciones moderadas de derechas y de izquierdas, ahora queda ver que aporta una solución de extrema-izquierda cuyo ejercicio de gobierno no va a ser precisamente un camino de rosas. Según los resultados y según la imagen que sea capaz de proyectar sobre la sociedad griega (el partido ha obtenido un 6% de los votos ejerciendo la carta del radicalismo, tiene un “suelo” suficiente como para, ahora, tender hacia un electorado más moderado y, sobre todo, debe de estar pendiente de la evolución de Siryza en la medida en que el “voto de protesta” puede cambiar radicalmente de orientación en pocos meses.

El enigma de Syriza

La presencia de Pablo Iglesias en la campaña electoral griega y las evidentes similitudes entre Podemos y Syriza, no pueden hacer olvidar que el partido griego está constituido por un entramado de organizaciones políticas de extrema-izquierda procedentes de faunas ya desaparecidas completamente en España: aquí ya no quedan grupos “maoístas” (extinguidos en los 80), en cuando a los trotskistas, después de un período de fragmentación (años 80), pasaron a reconsiderar sus posiciones y entrar en IU (años 90), antes de desaparecer completamente con el inicio del milenio. Lo que queda hoy de “extrema-izquierda clásica” no es más que unas pocas decenas de miembros del PCE(m-l) y un puñado de trotskistas divididos en media docena de subgrupúsculos. Nada, en cualquier caso, ni con capacidad ni maniobra, ni con capacidad para hacer valer sus tesis. Lo esencial en Podemos son “movimientos sociales” organizados a través de “círculos”. Nada parecido al origen de Syriza.

Este partido (cuyo nombre es el acrónimo griego de “Coalición de Izquierda Radical”, pero que en lengua de Homero significa también “Por la raíz”) es una amalgama de pequeños partidos de extrema-izquierda, movimientos sociales controlados por estas formaciones, que ha pasado de un 3% de votos en las elecciones de 2004 a 36,12% en las de 2015. Entre las formaciones que lo componen se encuentran escisiones del Pasok (el Movimiento Democrático Social), escisiones del Partido Comunista de Grecia (el Movimiento por la Unidad de Acción de la Izquierda y el Synaspismós), maoístas (Organización Comunista de Grecia), trotskistas (Izquierda de los Trabajadores Internacionalistas y la Organización Socialista Internacionalistas), ecologistas de izquierdas (los Ecosocialistas y la Izquierda Innovadora Comunista-Ecologista) y el partido de izquierdas Kokino.

Syriza, está dirigido por una dirección colegiada de la que Alexis Tsipras es el portavoz y debe rendir cuentas de sus iniciativas. El menor problema de Syriza, en este momento, es alcanzar ese par de escaños que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta (los encontrará entre los “independientes” (que han obtenido 13 escaños), o bien entre el To Potami (liberal-oportunistas).

A partir de ahora, Tsipras va a estar sometido a dos presiones que difícilmente resistirá su falta de experiencia en gestión directa del poder. Por encima se va a ver presionado por la “troika” de Bruselas encargada de que Grecia no se convierta en un ejemplo para el resto de países en dificultades y que por sus dimensiones económicas (España e Italia) podrían suponer el fin del euro y de la misma UE. La “troika” se mostrará ligeramente flexible, pero no condescendiente. Y Tsipras lo que necesita es un milagro que venga de parte de la UE. En las actuales circunstancias, incluso una condonación de 2/3 de la deuda no resolvería gran cosa (quedarían 100.000 millones por pagar para un país que hace dos años que no emite deuda (a la vista de que el BCE cubre sus pagos exteriores y que el nono griego está muy por debajo del “bono basura”.

Pero, por otro lado, Tsipras va a tener que bregar con el popurrí de partidos de izquierdas que forman su coalición, cada uno de los cuales está preso de la lógica dogmática heredada del viejo leninismo de hace cien años. Dentro de la coalición ya se perfilan posiciones entre los “ultrancistas” y los “realistas”, entre los partidarios de llegar a acuerdos y aquellos para los que el salto al vacío (salida de Grecia de la zona euro) es la mejor opción.

Así pues, los márgenes que Tsipras tiene para resolver el problema (en el caso de que el problema griego tenga solución) son excepcionalmente estrechos. Como en todos los partidos de “protesta”, la parte más fuerte de su discurso político son las injusticias a las que se ha visto sometido el electorado por parte de los “señores del dinero”, pero su parte más débil es, siempre, como resolver la papeleta económica. Tanto Podemos, como Die Linke o Syriza, pero también el Front National, Amanecer Dorado, la Lega Nord, el FPÖ, el UKIP, tienen justamente este mismo problema: es fácil criticar una situación y aislar los elementos que la han desencadenado, pero mucho más difícil definir políticas que atenúen el poder casi omnipotente de los “señores del dinero”.

Los escenarios que pueden preverse

Todo puede pasar en Grecia. Sin olvidar que lo que ocurra en Grecia puede reproducirse, como hemos dicho en otros países en dificultades. Consideramos que hay tres escenarios a considerar:

1) Syriza logra atenuar el impacto de la presión de la “troika” y ampliar sus márgenes para reordenar la economía. En ese caso: se facilita el que partidos similares en otros países adopten las mismas posiciones, queda debilitada la política del BCE.

2) Syriza no consigue mejorar las condiciones para el pago de la deuda. En ese caso: abandono de Grecia de la “zona euro” y más que probable “rescate” de Rusia que recuperaría así el peso perdido en los Balcanes tras la desmembración de Yugoslavia, condicionando a partir de ese momento la política turca. Eso implicaría “pago de deuda” a cambio de “salida de Grecia de la OTAN”. Convulsión geopolítica de altura.

3) Syriza no consigue mejorar sólo levemente las condiciones para el pago de la deuda. En ese caso: estallido interior en el partido-coalición (por las diferentes valoraciones de lo obtenido y sobre el comportamiento a partir de ese instante), pérdida de bases electorales, convocatoria de nuevas elecciones a la vista de dos años.

No hay muchas más posibilidades. Hemos entrado en un momento histórico en el que, en Europa, todo empieza a ser posible. Poco importa que Syriza sea una coalición de partidos marxistas como ya no existen en lugar alguno del planeta (salvo en China y Corea), poco importa que Syriza tenga pocas posibilidades de salir airosa del poder que el domingo 25 de enero acaba de conquistar.

Poco importa que Grecia sea un pequeño país situado en el otro extremo del Mediterráneo. Lo que realmente importa es que se ha producido una convulsión en Europa, que el régimen que ha gobernado aquel país durante 40 años, ha quedado, finalmente pulverizado y que allí se abren, a partir de ahora, espacio vacíos que pueden ser ocupados por nuevas fuerzas políticas.

No todas son oportunistas de pocos escrúpulos como To Potami, el partido improvisado a última hora para restar votos moderados de protesta a Syriza. Hay un Amanecer Dorado con un 6% de votos que está ahí. Su dirección deberá asumir que ahora precisa cambiar el lenguaje, adaptarlo a la nueva realidad.

¿Mañana España?

La presencia de Pablo Iglesias en la campaña electoral griega no debe de inducirnos a equívocos. Ni Podemos es Syriza, ni Grecia es España, ni siquiera Tsipras es Pablo Iglesias. Pero hay ciertas similitudes entre ambas situaciones: también España está a punto de cumplir el 40º aniversario de su régimen político. También aquí gobiernan los amigos de la Merkel y todavía hoy, los colegas de Hollande se tienen por “primer partido de la oposición”. Con un gestación y un origen muy diferente, Podemos se verá reforzado por la victoria de Syriza… aunque también, lo que ocurra después puede llegar a ser un lastre para la formación española. De lo que no cabe la menor duda es que en Grecia existe el mismo hartazgo por parte de los partidos tradicionales que el existente en España. Y, presumiblemente, la reacción del electorado vaya a ser la misma.

Con un PSOE sumido en una profunda crisis interna y que, horrorizado percibe que ya ni siquiera basta con el rostro de un Pedro Sánchez para mejorar expectativas de voto, consciente de que la crisis del PSC le resta para siempre la posibilidad de revalidar una nueva mayoría absoluta, con una Susana Díaz como única alternativa de recambio, surgida del fango hediondo y corrupto del socialismo andaluz, a nadie se le escapa que la sigla PSOE está más que amortizada. Podemos es ya hoy la formación de referencia en la izquierda.

¿Hay que alarmarse por ello? Para unos, después del PP y del PSOE, en las actuales circunstancias, vendrá el diluvio en forma de un fuerte tirón de Podemos que impulse a los restos del PP-PSOE a una “Gross Koalition” de cara a salvar lo salvable. Para otros, el ascenso de Podemos y la paralela caída del PSOE y del PP, son apenas una “oportunidad” de romper el statu quo que ha gobernado la política español en los últimos 40 años. ¿El riesgo? Que en España no hay una fuerza que no sea de izquierdas que asuma el voto de protesta.

Y puede hacerse… sólo falta que las direcciones de los partidos identitarios entiendan que estamos entrando en una nueva fase histórica y que se precisa un gran partido nacional que solamente puede surgir del acercamiento de las pequeñas formaciones ya existentes.

Todos tenemos, pues, algo que aprender y algo sobre lo que meditar tras las elecciones griegas.

E. Milà